dissabte, 1 de gener del 2011

PALABRAS EN RECUERDO DE ÁLVARO EN SU FIESTA DE DESPEDIDA


Es muy difícil hablar de alguien como Álvaro en cinco minutos, pero los que tuvisteis la oportunidad de conocerlo ya lo sabéis. 


Era un entrañable bicho político, una persona visceral que vivía con pasión los acontecimientos a pesar de su timidez, convencido de sus ideas pero no sectario, ni dogmático, erraba poco, pero cuando lo hacía lo reconocía y rectificaba. Ateo, marxista,  siempre aferrado al periódico o a los libros, a los que estaba enganchado, su cultura era ilimitada, no había tema que él no conociera, bueno, nunca hablamos de física cuántica. El machismo no existía en su diccionario y sí el respeto ilimitado.


Él siempre nos decía: en cuánto cumpla los 70 no me dejéis hablar que seguro que empiezo con las tonterías de la senilidad. No era amigo de protagonismos, en nuestro colectivo era un compañero más, aunque todos sabíamos que él era parte de la historia que reivindicábamos y una persona de mucho arrojo y generosidad, que sacrificó buena parte de su vida por una causa que le seguía y nos sigue ocupando. No era hombre de pasados, era poco habitual oírle contar alguna anécdota  de su militancia, y  no por pudor o por ocultamiento, sino porque era un hombre de luchas de presente y de futuros, de seguir adelante a pesar de las adversidades.  El depositó su confianza en los compañeros de la Mesa de Catalunya aquí presentes, para seguir adelante en nuestra exigencia de justicia para las víctimas del fascismo español. No debemos defraudarlo.


Su lucha era muy clara: la verdad, la justicia, la reparación, la república del derecho a decidir de los pueblos del estado español. Una república anticapitalista, laica y de justicia social. Una verdad, una justicia y reparación internacionalista por el reconocimiento de las víctimas de la barbarie fascista allá donde se produjeron o se producen: en Uruguay,  en Argentina, en Colombia, en México, en Palestina o en el Sáhara, también aquí presentes quienes alzan su voz por ellas.


Generoso hasta el fin, dio su cuerpo a la ciencia para la investigación y puede que gracias a él otras personas no tengan que pasar por terribles enfermedades. No tendremos un sitio donde esparcir sus cenizas, ni un lugar donde ponerle flores, bueno, eso sí, las pondremos en aquellos rincones especiales de nuestra casa y al pasar por ellos esbozaremos una sonrisa y recordaremos al camarada, al compañero, al amigo, que no tendrá que volver porque vivirá en nosotros por siempre.

Gracias a todas y todos y gracias a Álvaro por regalarnos tan incondicionalmente toda una vida de lucha y su amistad.

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